El castillo ambulante

En todo caso, no hizo falta que mi profe de yoga me recomendara “El castillo ambulante” el pasado jueves, porque yo ya tenía intención de irla a ver. Sabía que me encontraría con una historia que me gustaría, sin duda alguna, y no salí defraudada. Es una historia deliciosamente distinta a la de Chihiro, pero igualmente de hermosa y llena de simbolismo. Hay una extraña combinación de paisajes y de personajes (1) que nos hacen quedarnos pegados al asiento. La imaginería de esta película es sensacional, desde el extraño castillo ambulante y esa puerta que lleva a distintos lugares, hasta los personajes mismos, cargados de ternura, divertidos, simpáticos, entrañables, vivos. Vamos, que me encantó. Y eso que, la historia, algunas veces, se vuelve un poco liosa con lo del tema de la guerra. No quedan claros -o no me lo quedó a mí- los motivos para la guerra y tampoco porqué, al final, Madame Suliman decide que hay que pararla porque es un sinsentido. En todo caso, el tema de la guerra queda en un segundo plano comparado con la historia de Sophie y Howl, los lazos que les unen a ellos y a los demás personajes entre sí, convirtiendo la película en una historia de amor en diversos sentidos.
El personaje de Sophie es entrañable, fluctuando entre esa abuela enérgica con corazón de adolescente cuya maldición es algo así como su propio destino. Y quizá uno de los personajes más divertidos es el de la Bruja del Páramo, que una no sabe si amar u odiar pero que te hace sonreír, especialmente en su faceta de abuela que chochea entre raptos de lucidez, con esa codicia, a ratos malvada y a ratos infantil. O Howl, que puede ser tierno y considerado, o simplemente comportarse como un joven presumido cuya máxima preocupación es su belleza (las risas en el cine se desataron cuando la toalla cae en la escalera).
No hay duda que, tan pronto como salga en DVD, pasará a ser parte de mi colección de películas. Y, por supuesto, ya estoy a la búsqueda de “La princesa Mononoke” y otros títulos de este genial director. Y, por supuesto, tengo el gusanillo de leer la novela de Diana Wynne Jones en la que está basada la película.